Muchas veces pasamos por situaciones complicadas que nos gustaría que fueran distintas. Pasa el tiempo mientras pensamos que algún día todo cambiará. Nos decimos aquello de que "la esperanza es lo último que se pierde", con el fin de aliviar la sensación de que no ha variado nada. Todo sigue igual porque todo sigue igual.
Esto mismo podemos aplicarlo a las personas. Cuando tenemos una relación con alguien que no nos aporta lo que nos gustaría, convivimos con ella y esperamos que cambie algún día, justificamos sus comportamientos y soportamos sus actitudes esperando que se produzca el cambio. Es algo así como esperar que algo mágico suceda y un día, esa persona, despierte por la mañana con un comportamiento acorde a lo que esperamos. Volvemos a recurrir a la esperanza solución divina a nuestros problemas.
Algo o alguien no va a cambiar si las circunstancias no cambian primero. Es posible que algún factor ajeno pueda influir, logrando que se modifique algo y, así, producirse una variación positiva. Pero aferrarse a esta posibilidad es dejar que el azar sea el que solucione la cuestión por nosotros. Es algo así como rompernos una pierna y dejar que se cure sola, sin ir a médico. Podría ser que salga bien y el hueso se regenere milagrosamente, pero lo más probable es que vivamos con dolores horribles y no podamos caminar. Aún así, seguimos sin visitar al doctor confiando en que, algún día, se nos curará la pierna por sí sola porque "la esperanza es lo último que se pierde". Absurdo ¿Verdad?
La única persona que puede cambiar las cosas eres tú. Cuando algo o alguien no te gusta, nada ni nadie va a conseguir que cambie y aunque así fuera, es probable que el resultado no sea de tu agrado. Si algo debe cambiar en tu vida, solo tú estás capacitado para diseñar ese cambio y solo tú sabes como debe ser el resultado final. Lo contrario sólo es azar, casualidad o, lo más frecuente: nada, seguir igual.
Pero, ¿cómo podemos cambiar las cosas?
Primero debemos tener claro que es lo que queremos cambiar, es decir, debemos ser conscientes de lo que nos hace daño, de lo que no nos gusta o de lo que queremos conseguir. Debemos saber donde queremos llegar, cuál es la meta o el objetivo.
Una vez tenemos claro qué queremos conseguir, necesitamos saber que podemos hacer para conseguirlo. Si pensamos en esto de una manera responsable, llegaremos a la conclusión de que somos nosotros mismos los que tenemos que cambiar algo. Al responsabilizarnos de nuestras propias metas nos hacemos conscientes de que nadie puede hacer el trabajo por nosotros y, por lo tanto, tomaremos las decisiones que creamos oportunas para conseguir el objetivo deseado.
Pero el camino a nuestra meta no siempre es fácil y directo. Nos podemos encontrar obstáculos, cuestas y alguna que otra trampa. También cruces en los que debamos decidir y, es posible que podamos perdernos. La mejor manera de sortear las dificultades es mantener la consciencia y ser tenaces en nuestro propósito. Cada dificultad superada es un éxito, una meta conseguida y una señal de que tu objetivo está más cerca.
La esperanza es lo último que se pierde porque la esperanza eres tú. Si tú te pierdes no hay cambio, no hay opción, no hay esperanza.
Nada ha cambiado, solo yo he cambiado. Por lo tanto todo ha cambiado.
(Proverbio Hindú)
J.M.G.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario