Que angustia nos da cuando pensamos en la muerte ¿verdad? No nos gusta imaginar como será ese momento porque nos ponemos nerviosos y nos preocupa. Preferimos vivir sin ser conscientes de que un día dejaremos de formar parte de la humanidad y, gracias a ese estado, lo que estamos haciendo vivir en una inconsciencia contínua. No digo que debamos estar pensando a todas horas en cuando moriremos pero tampoco esquivar ese tema como un tabú que hay que esquivar.
El temor a morir, aunque uno de los más poderosos, es solo el último en la fila de nuestros temores. Cualquier asunto del futuro que no tengamos controlado es un miedo. Una visita al odontólogo, un viaje en avión, un exámen, etc. La incertidumbre, el no saber qué será de nosotros, nos llena de ansiedad y así van pasando los días, esperando el momento inevitable que tanto miedo nos da y dejando de lado experiencias y momentos irrepetibles a los que no prestamos atención.
Como alguna vez he comentado, todos padecemos una enfermedad terminal, nacimos con ella y no tiene cura, se llama Vida. Puede parecer demagógico pero es así y lo mejor que podemos hacer es asumirlo como lo que es: lo más lógico y natural del mundo. Si desde pequeños hubiéramos tenido claro esto y nos hubieran enseñado que el único momento importante y real es el instante en el que estamos ahora, todo sería distinto.
Pero aún estamos a tiempo, aunque no lo creas, ahora mismo siempre existe y lo estás viviendo. Presta atención, hazte presente y verás que este instante es único. Es increíble ¿Cierto?
Aprender a vivir es algo que ninguna escuela enseña. El único presente que aprendemos es el de las formas verbales y, como yo, seguro que muchos lo olvidaron.
Se da por hecho que nacemos sabiendo vivir, que es algo instintivo, pero no es así. Vivimos haciendo planes, preocupados de lo que vendrá, prevenidos y temerosos por lo que nos pasó.
La misión de los padres es preparar a sus hijos para el futuro. La de los maestros es llenar de conocimientos a los alumnos para un próspero porvenir. Pero ¿Alguien se encarga de prepararnos para el único momento real?
Nuestra existencia está marcada por una ironía absurda:
Tememos que llegue el final de nuestra vida, pero pasamos el tiempo sin dejar de pensar en el día de mañana, viviendo lo más rápido posible. Eso si, no dejamos de recordar el pasado y de recolectar miedos que creemos que nos van a proteger en el futuro.
Es una carrera hacia una meta que no queremos que llegue pero en la que necesitamos ir lo más veloz posible porque el tiempo pasa. Pero no queremos que pase porque nos acercamos al final y nos da miedo. Pero si nos paramos estamos desperdiciando la vida así que debemos seguir. Pero ¡¡Dios mío, me hago mayor y me voy a morir!!...
Toda una colección de actitudes absurdas. Un despropósito que nos deja la eterna cuestión en nuestra cabeza: ¿Tiene sentido la vida? De esta manera es obvio que no.
Vivimos porque respiramos, nuestro corazón bombea sangre y llega oxígeno al cerebro. Estamos vivos, pero no tenemos consciencia de la vida.
Nuestra vida empezó cuando salimos del vientre de nuestra madre y acabará cuando muramos. Entre esos dos momentos hay miles de millones de instantes más que estamos dejando de vivir.
Respirar te mantiene vivo, sin embargo, la vida es algo más que respirar. Llevas respirando muchos años pero te preguntaré algo ¿de todo ese tiempo, cuánto has vivido? ¿Cuándo comenzarás a vivir mientras continúas viviendo?
Para terminar os dejo una cita bastante ilustrativa del Cardenal inglés nacido en el Siglo XIX
J.H. Newman.
“No temas que tu vida vaya a tener un fin, sino que nunca vaya a tener un comienzo”.
J.M.G.G.
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