A todos nos gusta que las cosas salgan bien, que cuando planeamos algo el resultado sea como hemos pensado. En el fondo sabemos que puede que algo falle pero, cuando sucede esto, no lo encajamos bien y reaccionamos de manera negativa, ya sea buscando un responsable a quien culpar (incluido nosotros mismos) enfadándonos con él o mediante la decepción y la frustración cuando aquello que no conseguimos es, de alguna manera, importante para nosotros. El fracaso nos hace sentir mal.
La cuestión puede agravarse en el caso de que los fracasos se sucedan. Cuando esto pasa no diferenciamos un fracaso puntual como un caso independiente, sino que los acumulamos en la mente y asumimos nuestra existencia como un solo fracaso, es decir, nos sentimos unos fracasados. Al adoptar ese rol, la motivación ante cualquier proyecto baja muchos niveles o incluso desaparece. Los planes, los sueños o la ilusión nos siguen llegando, pero como nos hemos autoproclamado unos fracasados, los desechamos. Pensamos que no vale la pena iniciar algo que sabemos que no vamos a conseguir.
Ese es el gran error: generalizar los fracasos y llegar a la conclusión de que somos unos fracasados, sucumbir a la decepción que provoca que algo no salga como esperábamos. Nos quedamos ahí, en el fracaso, y olvidamos el objetivo que nos llevó a iniciar lo que nos parecía un buen plan, un gran sueño o algo ilusionante. Nos rendimos.
En el colegio nos planteaban problemas matemáticos que debíamos resolver para llegar al resultado correcto. Si al terminar el problema la respuesta era errónea, nuestra obligación era repasarlo todo y encontrar el error para corregirlo y llegar al objetivo final con ÉXITO. Además de resolver el problema, descubríamos en que fallamos y aprendíamos para conseguir el ÉXITO en un futuro problema.
Si no buscamos el error, no conseguimos resolver el problema, es decir: FRACASO. Pasamos al siguiente problema y si también nos equivocamos repetimos el FRACASO y con él nos llega la frustración. Como al siguiente volvamos a FRACASAR, iremos asumiendo que el problema somos nosotros, que no estamos capacitados, que somos unos FRACASADOS, lo que hará que caigamos en la desmotivación perdiendo la ilusión por las matemáticas.
Si el plan no sale como pensabas es porque algo no has hecho bien en el proceso. Busca el error (FRACASO), cambia lo que hiciste mal y acaba el “problema” con ÉXITO. Aprende de ese fallo para el siguiente reto y acepta que un error no es el final sino un paso más, Un error puede que sea parte del proceso, un elemento, a veces necesario, para conseguir el resultado que quieres.
Debemos cambiar el concepto de fracaso si queremos impedir sentirnos unos fracasados.
Fracasar genera nuevas posibilidades de éxito, sentirse fracasado no.
J.M.G.G.
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