Nos encanta complicarnos la vida con cualquier cosa. Inconscientemente, buscamos la manera más difícil para dar solución a todo y tenemos la certeza, irreal, de que es más complicado de lo que, en realidad es.
Si pensamos un momento en nuestras experiencias pasadas, podremos darnos cuenta de que, en muchas ocasiones, los asuntos los hemos resuelto de la forma más sencilla, sorprendiéndonos de que haya sido así. Esperábamos que todo fuera más complicado y, al final, lo único que tuvimos que hacer fue ocuparnos de la cuestión y dejar que las cosas pasaran tal y como eran. Y es que lo sencillo es lo más natural, lo más básico, lo más lógico y, claro está, lo más fácil.
Tenemos la convicción de que todo es complejo. Lo tenemos asumido de tal manera que no vemos la sencillez en ningún lugar. Solo la experiencia que nos da el tiempo nos enseña que las leyes que rigen la vida se componen de conceptos realmente sencillos. Se produce una paradoja increíblemente absurda pero real: la vida, básicamente, es muy sencilla, tanto que no podemos comprender que es así y nos empeñamos en hacerla difícil. Somos tozudos y no optamos por la vía más simple. Nos hace falta complicar las cosas, llegamos a teorías enrevesadas y complejas para encontrar una solución que, en realidad, es mucho menos complicada.
Es una pregunta que tiene tantas respuestas como personas vivimos en este planeta. Cada persona tiene una vida única y distinta a cualquier otra. Por lo tanto cada vida tiene su propio sentido. Así de sencillo.
El objetivo de cada uno de nosotros es encontrar el sentido a su propia vida y esto tampoco es algo tan difícil de hallar si pensamos del modo más simple. Si decidís poneros manos a la obra para encontrar vuestro sentido de la vida, seguramente os preguntéis cómo hay que hacerlo y penseis que no tengo razón y que descubrirlo es algo extremadamente complicado.
Como siempre, la tendencia al pensamiento complejo se interpone y os parecerá que esta cuestión es algo casi imposible de resolver. Muchos se dan por vencidos y abandonan la búsqueda dejando que su vida transcurra sin sentido. Pues bien, los que hagan esto serán los primeros en alcanzar el objetivo. Sin quererlo han dado con la clave, que es tan fácil que lo han conseguido sin ni tan siquiera intentarlo.
El sentido de la vida es vivir. Simple y llanamente. Cada uno vive su vida y todas son distintas. Es tan sencillo como eso. No hay que que buscar más. El sentido a nuestra vida nace con nosotros y lo encontramos cuando nos hacemos conscientes de que no existe más sentido que ese. Es algo tan sencillo que nos cuesta creer que sea así y por eso, seguramente alguno dirá que esto es ridículo y seguirá buscando una solución más complicada. Seguirá imaginando, haciendo hipótesis y teorías de algo que es bastante más simple.
Somos seres compleja e inconscientemente sencillos. Esta sencillez es una de las cualidades más valiosas de los humanos. Pero ignoramos que es así.
Cuando tratamos con alguien realmente sencillo, estamos ante una persona con valores y actitudes como la humildad, la amabilidad y la ternura, además, las personas sencillas tienen la capacidad de hacer agradable los momentos que comparten con otras personas.
Las personas sencillas piensan sencillamente, no "buscan los tres pies al gato" y viven su vida en coherencia con ese pensamiento sencillo y humilde.
La inconsciencia nos hace complicados y nos lleva a vivir de la misma manera.
Todos somos personas sencillas, yo diría que incluso simples, tanto que no lo asumimos y por eso nos complicamos la vida pero, de verdad, es algo totalmente innecesario.
Todo es más sencillo de lo que piensas.
J.M.G.G.
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