Todos, en alguna ocasión, hemos sido protagonistas de algún episodio negativo y a consecuencia del mismo hemos adoptado el papel de víctima. Ser víctima en un momento dado es algo normal ya que nuestras emociones nacen de forma espontánea dependiendo de como nos sintamos. Lo que no es bueno para nuestra estabilidad mental es vivir permanentemente desempeñando el papel de víctima. Por desgracia este rol victimista lo hemos adoptado durante toda la vida y lo seguimos haciendo sin ser conscientes de ello.
Nuestro enfoque de la vida suele dirigirse hacia las cosas negativas, lo que no nos gusta o lo que nos provoca malestar y dolor. Nuestro pensamiento entra en una especie de bucle o de círculo vicioso. Ese papel de víctima consigue que enfoquemos la atención en lo malo, lo que no deseamos. Este enfoque negativo hace que estemos luchando continuamente para cambiar esa dinámica, una dinámica que nos hace pensar que todo lo que nos sucede es malo, por lo tanto, seguimos sintiéndonos víctimas de nuestra vida, y vuelta a comenzar.
Durante mucho tiempo hemos estado pendientes, en exclusiva, de lo que no queremos. Pensar continuamente en esto no nos permite descubrir lo que si deseamos, lo que realmente nos gusta, ya que nuestra atención se centra en evitar lo que nos desagrada en lugar de conseguir lo que nos hace felices.
Si analizamos nuestro día a día y las acciones que llevamos a cabo en el mismo, nos daremos cuenta de que, inconscientemente, pasamos la mayor parte del tiempo pensando cosas como: “tengo que arreglar…; he de hacerlo mejor; tengo que hacer lo correcto; Debo encontrar la manera…; etc. Afirmaciones mentales que nos limitan y no nos dejan avanzar hacia lo que queremos realmente, pensamientos con los que nos obligamos a actuar de una determinada manera para evitar algo que no queremos vivir. En definitiva: pensamientos en negativo que nos bloquean el camino a lo que nos ilusiona.
La negatividad de nuestros pensamientos nace de la afirmación “no quiero” y ese es el origen del sentimiento de culpa, de los temores, las preocupaciones o las dudas. Nos esforzamos tanto en evitar todo lo que no queremos que, cuando no lo conseguimos nos sentimos culpables. El miedo a lo que no queremos nos hace vivir inseguros, preocupados y dudando de nosotros mismos.
Dejar de pensar como hasta ahora para aceptar lo que ya pasó y dar paso a lo bueno que puede venir, es algo difícil. Son muchos años aprendiendo a evitar lo que no queremos y por esa razón no resulta nada sencillo olvidar estas ideas.
Lo que hemos vivido hasta el día de hoy no ha sido a causa del azar ni de la casualidad, sino de cómo hemos venido enfocando la vida, de las creencias que nos han ido inculcando. Debemos hacer un cambio de perspectiva en nuestra manera de pensar y sustituir la idea de "tengo que..." por la de "quiero que...", dejar de obligarnos a evitar y comenzar a soñar para conseguir.
Imagínate que algo te hace mucha ilusión, como por ejemplo sacar la licencia para conducir. Te encantaría poder circular con tu propio coche para no depender de nadie y para ir a donde quieras, pero cuando estás dispuesto a dar el paso, algo en tu cabeza te hace pensar "no puedo porque...". Siempre encontramos un obstáculo que no nos deja ir hacia lo que queremos, una excusa para no intentarlo. Estamos convencidos que no podemos fijar nuestros actos en lo que deseamos, que lo correcto es evitar lo que no queremos. Para sentirnos mejor buscamos una escapatoria a nuestra frustración y encontramos culpables en los demás a nuestra incapacidad para conseguir algo que nos gusta, pero los verdaderos culpables somos nosotros y nuestra inconsciencia.
Si no cambias el rol de víctima por el de buscador de sueños vivirás toda tu vida buscando culpables. Piensa en positivo y dirígete hacia lo que quieres, abandona lo que te limita y pon tu atención en todo lo bueno que puedes lograr.
J.M.G.G.
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