La vida no es un camino sencillo, pero es nuestro único camino. Cuestas empinadas nos hacen sudar y parecen que no acaban. Seguir caminando es la única solución para llegar arriba. Podemos ver esa subida como un obstáculo que no podremos superar o bien, como un tramo más duro que terminará antes o después.
Existen cuestas más empinadas que otras pero, todas acaban en algún lugar y el camino se vuelve más confortable. Si al llegar a ese lugar, paramos y miramos hacia delante veremos que el camino sigue pero, hay un punto donde nuestra vista ya no llega y tenemos que imaginarnos lo que habrá más allá. deseamos que sea un camino llano y fácil de recorrer pero ignoramos si vendrán más subidas como la que acabamos de realizar. Preferimos no pensarlo pero no podemos dejar de temer que así sea y eso nos desanima para continuar caminando a pesar de que no es imposible acabar ahí el camino, debemos seguir, ese no es nuestro destino.
Si miramos hacia atrás pensando como hemos sufrido para subir, lo larga que se nos ha hecho esa cuesta, lo magullados que han quedado nuestros pies ¿Con que ánimos podemos continuar? Al mirar hacia atrás es mejor ver que la cuesta era dura pero que hemos sido capaces de subirla a pesar de todo y que ya terminó. Ahora hemos aprendido cómo podemos subir y por lo tanto no nos da miedo que pueda llegar otra subida, sabemos que podremos volver a afrontarla y cómo hemos de hacerlo. Hemos aprendido de nuestro sacrificio. El ánimo para seguir por ese sendero incierto es mucho mejor.
La cuesta ya se acabó, no deberemos volver a subirla. Quizás otra similar o incluso más dura, o quizás solo algún montículo sin importancia, pero esta que acabamos de dejar atrás, esa misma, nunca más la deberemos volver a subir. Por lo tanto solo hemos de tener clara una cuestión y es que estamos en ese punto concreto de nuestro camino, que da lo mismo pre-ocuparse de cómo será lo que me queda, puesto que es imposible saberlo. Da lo mismo lamentarse de lo que he pasado, puesto que ya pasó y jamás volveré a pasar por ahí.
Ahora solo nos queda despertar y no lamentarnos más de lo que hemos pasado y de lo que podemos pasar más adelante, solo nos queda vivir donde estamos y observar detenidamente lo que nos rodea en ese momento, para vivir el tramo de nuestro camino donde nos encontramos con toda intensidad, buscar personas que están con nosotros en ese mismo punto y disfrutar de ellas, alguna incluso puede querer compartir su camino con nosotros.
Nos queda recordar todo lo que hemos aprendido y seguir aprendiendo siempre, en cada paso que nos lleva a un final del viaje que, gracias a la conciencia, al despertar del miedo que sentíamos tras aquella subida tan sacrificada, gracias a esos que se cruzaron con nosotros, a los que ayudamos y a los que nos ayudaron, a los que nos pusieron piedras para tropezar y de los que aprendimos igualmente a alejarnos de ellos. Gracias a saber que mi camino es el único camino y, que por eso debo disfrutar de él pese a las dificultades. Cuando debamos dar el último paso en el sendero, podremos sentirnos felices y orgullosos de nuestro irrepetible viaje. Nuestro más bello viaje.
En las cimas de las montañas están las mejores vistas. Vale la pena sacrificarse para llegar.
J.M.G.G.
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