Los humanos poseemos una cualidad que ningún otro ser vivo posee: la palabra. Somos capaces de comunicarnos mediante un código de sonidos que es el lenguaje. Más allá de la fonética o las reglas de comunicación, el hecho de poder hablar y usar las palabras quiere decir que tenemos la cualidad de transmitir nuestros sueños, sentimientos o emociones a través de ellas.
El poder de la
palabra es algo que podemos considerar positivo pero, de la misma manera, puede
ser algo dañino. Una persona puede ser capaz de manipular a través de la
palabra. Tanto es así que puede llegar a convencer y movilizar a grupos,
comunidades o naciones enteras solo con el poder de sus discursos. Podemos
recordar como una persona normal y corriente logró llevar al mundo entero a una
guerra mundial y a exterminar a millones de personas a base de hacer creer a toda una nación que lo que decía era la única verdad.
Un gran país como Alemania quedó hipnotizado ante las palabras de Hitler. Es la
prueba de lo perjudicial y dañinas que pueden llegar a ser las palabras mal usadas.
Nuestra atención es
captada por las palabras, son capaces de cambiar nuestra mente y lograr que
creamos lo que nos dicen. Si, constantemente, alguien nos repite que somos
inútiles y que no somos capaces de hacer nada bien, llegaremos al convencimiento
de que realmente es así, lo interiorizamos y viviremos con esa creencia. Es muy
complicado que esta desaparezca. De la
misma forma si nos relacionamos con otra persona que, a través de la palabra,
nos hace saber lo contrario: que somos capaces de lo que nos propongamos y que
somos totalmente válidos, esas palabras conseguirán que cambie nuestra creencia
hacia nosotros.
No somos
conscientes del arma que poseemos con el don de la palabra, un arma que puede
hacer mucho daño a los demás y también a nosotros mismos. Un insulto a alguien
cercano hará daño a esa persona pero, indirectamente, también actúa en mi contra ya que genera indignación y rechazo del insultado hacia nosotros. Expresarse cuando estamos enfadados o molestos puede dar lugar a
utilizar palabras que nos harán daño tanto si son usadas contra otra persona como si es hacia nosotros mismos, además generar una reacción similar en los demás o
agravar nuestro estado.
Otro ejemplo del
mal uso de la palabra son los rumores y el cotilleo. Crecemos viendo cómo a
nuestro alrededor los adultos cotillean y hablan de unos y otros, por lo que terminamos considerándolo algo normal. Cotilleando o chismorreando nos relacionamos con otras
personas, forma parte de nuestra sociedad humana. Esta forma de usar la palabra
es fruto de la miseria que, en general, sufrimos los humanos y como dice el dicho “ a la miseria le gusta estar
acompañada”.
Una crítica, un
cotilleo o una información negativa se transmite y se propaga como un virus a
través de la palabra. Es un virus que nos afecta a todos y del que nadie es
inmune, no existe vacuna que pueda parar una información errónea o una calumnia
hecha con ánimo de hacer daño.
Nos hablamos a
nosotros mismos diciéndonos cosas como “estoy horrible”, “no voy a ser capaz”,
“estoy gordo”, etc. No somos nada conscientes del daño que nos hacemos si nos
decimos esas palabras. Las creemos y nos convencemos de que es así. El Ser Humano tiene la
imperiosa necesidad de conocer el verdadero poder de la palabra y usar este don
para su beneficio. Esto comienza por uno mismo. El amor que sentimos hacia
nosotros mismos es equivalente a las palabras que pronunciamos. Si nos decimos
que somos maravillosos, buenas personas, que nos queremos y nos amamos, nuestra
mente logrará creer que es así y eso se verá reflejado en el trato al resto de las personas con las que convivimos en nuestro día a día.
La palabra tiene
poder, intentemos sacar todo el beneficio a este privilegio humano.
J.M.G.G.
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