Llegamos al trabajo y vemos que nuestro compañero se ha comprado un coche nuevo precioso. Vamos por la calle y nos encontramos con un viejo amigo elegantemente vestido acompañado de una chica muy guapa. Salimos a cenar con nuestra pareja y un amigo de ella muy apuesto la saluda efusivamente y con cariño porque hacía mucho que no se veían. ¿Qué sentimos en estos casos? Si la respuesta es que no sentimos nada en especial significa que estamos llenos de amor. Si por el contrario nos comparamos con esas personas y sentimos rabia por no ser como ellas o temor porque nos arrebaten lo que consideramos propiedad nuestra, esto es que estamos celosos.
Los celos son comparaciones. La mayoría de las personas tenemos tendencia a compararnos con los demás y sentimos que esas personas están a un nivel superior a nosotros, nos auto menospreciamos. Esto es lo que origina los celos o la envidia.
Pero pensemos qué nos proporcionan las comparaciones, es algo absurdo ya que cada uno de nosotros, los Seres Humanos, somos únicos e irrepetibles. No tiene sentido querer ser como otra persona así como pretender que otras personas sean como nosotros. Esto no pasará nunca por más que lo intentemos.
En cuanto a los celos, pienso que amar a una persona debe ser suficiente para estar seguros de que no nos cambiará por otra. No necesitamos malgastar nuestra energía en algo que si sucediera no podríamos impedirlo ni evitarlo. Cuando aparecen los celos el amor no existe, es otro sentimiento, que puede llamarse atracción sexual, posesión o como queramos, al que estamos disfrazando de amor.
Luchar por ser más guapo, más elegante, tener un nivel de vida más alto o mantener a nuestra pareja a nuestro lado significa mantenernos en una lucha eternamente, en la que solo nos importa conseguir el éxito, una victoria que nunca alcanzaremos ya que siempre tendremos a alguien del que estar celoso y descubriremos otro al que pretendamos alcanzar por considerar que está por encima de nosotros.
Si miramos a nuestro interior y comprendemos que los celos nos están invadiendo, estos se hacen transparentes y conseguimos darnos cuenta de lo absurdos que son, la inutilidad de ese sentimiento. En el momento que entendemos esto los celos desaparecen y dejamos de gastar nuestra energía en evitarlos porque dejan de existir.
Tenemos un concepto del amor y tenemos la certeza de que este significa exclusividad o posesión de la otra persona. Estamos equivocados. Al pensar esto estamos matando al amor. El amor es todo lo contrario, es libertad. Cuando amamos a alguien, la única manera de intentar que se quede a nuestro lado es dándole la libertad de que lo haga, ese es el verdadero amor.
Pero ¿Por qué sentimos celos? Por miedo. Miedo a lo que vendrá, al mañana, Estamos preocupándonos de que la persona que amamos permanezca con nosotros en el futuro y mientras tanto dejamos pasar este momento que estamos junto a ella, estamos cambiando algo maravilloso como es vivir intensamente el amor con pasión y conscientes de lo que sentimos por una preocupación hacia algo que nadie sabe si pasará. El amor no se puede vivir con miedo.
Cuando amamos a alguien nuestro objetivo es la felicidad de esa persona, entonces: si la esa o ese que amamos tanto encuentra a otro que le hace feliz y tratamos por todos los medios de retenerlo a nuestro lado ¿Estamos amando realmente? ¿No estamos contradiciendo nuestros deseos para esa persona amada? Probablemente es que lo que sentimos, en este caso, no sea amor. Si damos libertad para ser feliz, si somos coherentes con el amor que sentimos hacia alguien y dejamos que busquen su felicidad. Si la persona a la que amamos es conocedora de la libertad de la que dispone ¿Quien querrá irse del lado de una persona así?
Los celos son ausencia de amor. Un buen amante jamás sentirá celos.
El amor es un sentimiento tan extraordinariamente bello porque está lleno de libertad.
J.M.G.G.
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