Las personas vivimos como nos han enseñado, hemos aprendido a vivir como nos han dicho, como se ha venido haciendo. Yo soy uno de esos seres humanos que viven su vida conforme unas premisas impuestas por la tradición, la costumbre, la cultura, la religión o la sociedad, da lo mismo. Me doy cuenta que actuamos intentando no destacar para no ser el foco de las críticas.
Vivo sumido en el que dirán de mí. Toda la vida ha sido así, en el colegio había que hacer las cosas como decían los profesores pero nadie contaba conmigo ni con mis compañeros para saber que pensábamos. En casa se hacía lo que decía Papá y Mamá, mis deseos se cumplían si coincidían con los suyos y las normas se imponían para mi protección, por supuesto con todo el amor de mis padres hacia mí, no lo dudo.
Como no tuve bastante, elegí una profesión donde la premisa principal es la obediencia y donde mi opinión solo es válida en caso de que alguien con más rango no opine otra cosa.
Pero todo esto que escribo en primera persona seguramente lo veis reflejado en vosotros mismos. Crecemos de acuerdo a unas imposiciones que nadie sabe de dónde han salido, simplemente es la forma en que debemos vivir y actuar, pero si preguntamos el por qué nadie nos dará una respuesta lógica. Las cosas son así porque vienen siendo así desde siempre. Somos esclavos del pasado, de lo que nuestros antepasados han ido marcando como la manera correcta de vivir.
No quiero convertir esto en una proclamación del libre albedrío, solo pienso que es bueno que empecemos a liberarnos de los corsés de lo impuesto como correcto. Deberíamos tener la libertad de decidir cómo queremos vivir sin dar explicaciones a nadie. Pero esto no es políticamente correcto y si lo hacemos nos verán como bichos raros.
Un día decidí que estaba harto de hacer lo que debía, pensé que mi vida era una obligación continua y eso me hizo entrar en una lucha conmigo mismo. Me di cuenta de que había obligaciones que no eran tales, que incluso disfrutaba con ellas, entendí que me gustaban porque era lo que quería hacer, no era una obligación. Empecé a despertar poco a poco,
Es muy complicado ser libre, la libertad no es correcta y por lo tanto cuando decides ser libre comienzas una guerra en la que el campo de batalla eres tu mismo. Luchas por tu libertad pero el resto de tu mundo no puede permitir que ganes y dejes de pertenecer a ellos. En realidad no has cambiado de bando, tú siempre has sido libre pero no eras consciente, ellos tampoco lo son y por eso siguen actuando como les dicen y no como personas libres. Ahora somos extraños que se comportan mal, no lo pueden permitir.
Atacan con reproches, críticas, alejamiento, etc, intentan hacernos ver que si seguimos así estaremos solos y mal vistos, se aliarán entre ellos para aislarnos. Sufrimos una lapidación sin piedras por no seguir la norma. Ante esto solo se puede usar un escudo que es nuestra conciencia. Ahora sabemos lo que queremos y lo que deseamos, somos conscientes de nuestra libertad, hemos despertado y estamos intentando salir de la esclavitud de la inconsciencia donde permanecíamos junto a los que ahora nos ven como extraños.
Pero no estamos solos, en nuestra libertad nos encontramos con personas que nos ayudan, personas a las que elegimos precisamente porque somos libres. Nos aceptan tal y como somos y no nos cuestionan, eso quiere decir que son receptivas a entender la libertad. Son personas normales que creen y aceptan, es decir, personas libres.
Una persona libre no ataca, acepta. La libertad no es orgullosa, es humilde e intenta siempre el acercamiento. La conciencia no rechaza, elige sin hacer daño. El despertar no es un cambio, es encontrarse con lo que realmente somos. No debemos temer a nuestra libertad, siendo libres no existe el miedo.
Me di cuenta de que soy libre aunque la sociedad me sigue imponiendo sus normas, pero yo decido y asumo las consecuencias de mi libertad. Ahora yo decido, ahora soy libre, ahora soy normal.
J.M.G.G.
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