Un hombre fue nombrado Juez de Paz en su pueblo. Cuando se enfrentó a su primer caso y comenzó el juicio le dio la palabra a una de las partes para escuchar su versión de los hechos. Una vez acabaron de hablar dijo el Juez "Bien, escuchad la sentencia.". El secretario del juzgado se quedó de piedra, se acercó al Juez y le preguntó "¿Qué está haciendo señor? ¡Aún no ha escuchado a la otra parte!
El Juez miró al secretario seriamente y dijo "¿A la otra parte? ¿Pretende que me confundan? Todo está claro, si escucho a la otra parte me van a confundir y será difícil emitir una sentencia.
La humanidad, desde mucho tiempo atrás, ha escuchado lo que la cultura, la religión o la propia sociedad le ha dicho que es la sexualidad, pero nunca ha escuchado a la otra parte, a él mismo, a su propia sexualidad. Solo conoce la versión impuesta, la que le han contado pero no ha dado oportunidad a expresarse a sí mismo y el resultado ha sido una sentencia totalmente injusta para la parte ignorada que es la propia sexualidad del individuo.
Esto crea prejuicios, estamos renunciando a nuestros deseos, pensamos que hay cosas que podrían gustarnos pero somos nuestro propio Juez y no nos escuchamos porque sería muy difícil dictar una sentencia entre lo que nos han dicho que es lo correcto y lo que nuestro interior nos dice.
Esto ocurre por no tener consciencia de nuestro interior, por no conocernos, por no despertar y ser conscientes de que quizás esté bien eso que nos han hecho creer que no es así.
Cuando hacemos el amor y somos conscientes de ese momento, de lo que estamos haciendo y de lo que sentimos al hacerlo es maravilloso. Si nos olvidamos de los prejuicios el sexo se convierte en algo maravilloso donde realmente nosotros ponemos el límite de lo que está bien y lo que no.
Los condicionamientos en contra del sexo vuelven a las personas más sexuales y hacen que el pensar, desear o imaginar, se convierta en un problema, pero ese problema no es la sexualidad, es el condicionamiento antisexual que puede llevar a la mente a la perversión.
Cuando somos conscientes de nuestra sexualidad, el acto sexual se transforma en una entrega total de los sentimientos y el placer de sentir a la otra persona en su entrega hacia nosotros, genera un momento de iluminación donde solo existen sensaciones indescriptibles.
Si estamos en contra del sexo, cada vez caeremos más en la trampa del propio sexo y todo lo que llevamos dentro, que es totalmente normal, lo veremos como algo sucio entrando en conflicto con nosotros mismos. Debemos dejar que la sexualida se convierta en una cualidad más de nosotros y si lo conseguimos encontraremos libertad.
No quiero ofender a nadie con mi opinión y entiendo que no todos estarán de acuerdo conmigo en mi reflexión, pero creo que si entendemos esto nos daremos cuenta de que la sexualidad, en realidad, es un regalo que Dios nos ha dado y que, en mi opinión, ha sido tratada con gran injusticia por todas las religiones. Es por eso que el ser humano siempre ha tratado la sexualidad como algo represivo y de ahí que existan tantas personas que en su mente han creado ideas perversas. En realidad no es que Dios nos imponga condiciones en cuanto a nuestra sexualidad sino que las religiones han interpretado que es algo malo para el hombre cuando, en mi opinión, es todo lo contrario.
El sexo es libertad, sin libertad el sexo sólo es una necesidad con condiciones.
J.M.G.G.
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