Una de las cosas que nos diferencian del resto de seres vivos es la capacidad de identificar las emociones. Dentro del amplio abanico emocional que puede experimentar el Ser Humano existen emociones de todo tipo, unas maravillosas, otras dolorosas y también unas que son totalmente inútiles.
Dos de las emociones
más inútiles que podemos experimentar son la culpabilidad y la
preocupación. Ambas están relacionadas aunque la primera tiene que
ver con lo que hemos hecho en el pasado y la otra con lo que podemos
hacer en el futuro.
Son emociones que no
nos aportan nada beneficioso y que lo único que consiguen es que nos
sintamos inquietos y paralizados en el único momento real que
tenemos, el presente. Dos emociones que son igual de inútiles para
nosotros como habituales en las personas de todo el Mundo. Sentirse
fatal por algo que, pensamos, no deberíamos haber hecho o
apesadumbrado por alguna cosa que podría pasar más adelante, es
algo muy habitual entre las personas, tan habitual que es algo que
tenemos totalmente normalizado y a lo que no prestamos atención.
Si hablamos del
sentimiento de culpa, estamos refiriéndonos a la permanencia de
nuestra mente en un suceso o acto que ya ha pasado. Nuestro
pensamiento sigue anclado en aquel momento y no nos damos cuenta que
ya pasó y que lo único que estamos consiguiendo es llenar nuestro
momento actual de remordimiento y malestar por algo que ya no existe.
Estamos dejando de vivir el presente y seguimos estacionados en un
momento que se fue y que no podremos cambiar.
Las personas somos
creadoras de culpabilidad, hemos aprendido a sentirnos culpables si
no nos comportamos como “debemos”. Nos han enseñado que hemos de
hacer lo que está establecido como correcto. Si nuestras acciones no
se ajustan a las normas, tenemos la obligación moral de sentirnos
mal, no podemos dejar pasar esa acción sin sentir vergüenza, no es
políticamente correcto y pareceremos unos seres desalmados y sin
sentimientos. Si no demostramos que estamos afectados, estamos
mostrándonos al mundo como alguien a quien no le importa el resto de
personas.
La pregunta es
¿Podemos cambiar la historia sintiéndonos culpables? Una persona
que ha robado un banco deberá pagar por su delito, podrá estar
profundamente arrepentido de lo que hizo pero vivir constantemente
reviviendo aquello, sentirse culpable eternamente, no va a conseguir
reparar el daño, por lo tanto lo más coherente sería aceptar el
error, pagar las consecuencias de lo que hizo y vivir su presente en
paz consigo mismo.
Desde niños nos han
inculcado el sentimiento de culpa. Los mayores nos decían una y otra
vez que no nos iban a querer si hacíamos algo mal o que deberíamos
sentirnos avergonzados por portarnos de alguna manera inadecuada.
Esta culpabilidad aprendida la hemos arrastrado hasta la edad adulta,
por lo que hemos transformado esa actitud en una norma ante un acto
que no es adecuado. Incluso nos podemos sentir culpables ante el
incumplimiento de normas u obligaciones impuestas por nosotros
mismos. Un día no salimos a correr y nos detestamos por no haberlo
hecho, nos auto imponemos el sentimiento de culpa, lo tenemos
normalizado y no nos aporta más que un estado de ánimo que nos
impide vivir el presente plenamente.
La culpa es una
emoción inútil, no así el arrepentimiento. Aprender de los errores
es una buena idea para de sacar provecho de ellos pero la
culpabilidad solo consigue que dejemos de vivir la realidad actual
reviviendo, una y otra vez, un pasado que ya no podremos cambiar por
muy mal que nos sintamos.
Arrepiéntete,
aprende y pide perdón, la culpabilidad no te va a ayudar.
J.M.G.G.
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