¡Cuanto nos gustaría tener una varita mágica con la que poder solucionar todos los problemas! ¿Verdad? No solo los que nos afectan directamente, también los de las personas de nuestro entorno. Eso sería fantástico. Seguro que alguna vez lo habéis pensado igual que alguna vez hemos soñado que nos toca el premio gordo de la lotería. Siento decir esto pero, es más probable que te toque la lotería que que puedas solucionar todos los problemas de todo el mundo porque, esto último es imposible.
Cuando alguien cercano a nosotros se mete en un lío, padece una enfermedad o tiene algún contratiempo, hacemos de él nuestro problema. Nos preocupamos y sentimos la necesidad de encontrar una solución. Esto a veces puede servir y somos capaces de ayudar a esas personas, pero no siempre podemos tener la clave de todo problema. Hay situaciones en las que no podemos hacer nada por los demás por mucho que nos empeñemos y le demos vueltas al asunto.
Al saber del mal momento de un Ser querido, lo mejor que podemos hacer es hacerle ver que le entendemos y que estamos a su lado. Podemos pensar en posibles soluciones y, en caso de que las haya, pensar y analizar si está en nuestra mano conseguirlas o no.
Las personas, en general, tendemos a preocuparnos más por los problemas de los demás que por los propios. Es como si nos hiciera falta saber que el resto está bien para poder atender nuestros propios asuntos. No nos damos cuenta de que es al contrario. Cuando estamos en paz con nosotros mismos podemos estar más atentos para ayudar al resto. Para encontrar la solución a los problemas debemos empezar por los que más nos afectan y esos son los propios de cada uno.
Si un familiar está pasando por una situación complicada, eso nos preocupa y es algo normal. Pero si además de esto consideramos que nuestra vida es satisfactoria, que somos felices y nos sentimos realizados, nos sentimos fatal y pensamos que no es justo. Esto hace que el problema que tiene nuestro familiar nos afecte aún más y pensamos que él también merece estar en la misma situación que nosotros. Nos sentimos culpables de ser felices y eso nos afecta, es como si necesitáramos tener ese mismo problema para sentirnos igual que la otra persona, esto solo podemos lograrlo haciendo nuestras sus preocupaciones. Si actuamos así no arreglamos nada, solo hacemos que nuestro ser querido siga con sus problemas y que nosotros los adoptemos para estar en la misma situación que el. Lo que conseguimos son dos personas con un mismo problema sin ninguna solución. Esto sí que es injusto.
La empatía es una cualidad humana que nos hace entender las emociones que pueden estar viviendo los demás ante una determinada situación. Es lo que se suele decir "ponerse en su lugar". Ser capaz de sentir empatía por otras personas ayuda que estas no se sientan solas o incomprendidas y les puede servir de mucha ayuda ante un determinado problema. Pero no podemos confundir la empatía con hacer nuestros los problemas de los demás. Cuando una persona empatiza con otra no sufre, la entiende y la apoya.
La empatía, la virtud de escuchar, de entender a la otra persona y hacer que no se sienta sola es, en muchos casos, la mejor ayuda que podemos dar a los demás. Debemos ser conscientes de que cada persona tiene su propia vida, con sus propios problemas y sus propias soluciones, en caso de que las haya. No se trata de egoísmo, solo de ser conscientes de cómo y hasta dónde podemos ayudar. Podemos intentar hacer todo lo posible pero sin hacer propio el problema. Quizás nosotros somos la estabilidad emocional que necesitan para encontrar la solución y no la solución en sí.
A todos nos gustaría tener esa varita mágica que lo solucione todo, pero esta no existe. De lo que sí disponemos es de la magia de saber escuchar, entender y de ponernos en lugar de quien nos necesite. Esto es lo que nos hace mágicos, lo que nos hace humanos.
J.M.G.G.
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