Cuando nacemos nuestra vida es una incógnita y nadie sabe que como será nuestro futuro, los padres tienen la ilusión de que sus hijos crezcan felices y de que su porvenir sea próspero. Hacen todo lo posible para educarlos y darles una formación idónea para conseguir una vida acomodada y feliz.
Hay un aspecto que los padres no solemos tener en cuenta a la hora de planificar el futuro de nuestros hijos, a pesar de ser el más importante de todos: las decisiones de estos acerca de sus propias vidas.
Podemos hacer que estudien en el mejor colegio, educarlos con la más estricta disciplina y buenas maneras, pero la decisión final de cada individuo será la que tome el mismo.
Esto, que podemos verlo como algo simple y lógico, produce numerosas frustraciones tanto en padres como en hijos. Los primeros se sienten mal al ver que los planes que tenían, no salen como habían imaginado. Ven cómo sus hijos no estudian lo que ellos esperaban, que deciden hacer cosas con las que ellos no están de acuerdo o que llevan una vida que no corresponde con aquello que habían planeado conforme crecía su bebé. Se sienten desilusionados.
Los hijos, por su parte, pueden sentir que están haciendo las cosas mal al tomar unas decisiones que son contrarias a las que sus padres les habían inculcado. Se ven en una encrucijada en la que deben elegir entre tomar el camino que ellos creen que deben seguir o el que les han ido indicando durante toda su vida.
Esto pasa porque no somos conscientes de que toda persona tiene libertad de decisión. Nadie tiene potestad de elegir el camino que hemos de seguir en la vida, ni tan siquiera los padres. Debemos hacer un ejercicio de responsabilidad en el que los progenitores puedan ver su propia vida como un camino, en el que han ido tomando sus propias decisiones y asumiendo las consecuencias, tanto buenas como malas, de las mismas. Si los padres son conscientes de esto, podrán asumir que sus hijos tienen la misma libertad de decisión y que no es justo coartar esta por más que deje de ajustarse a sus planes sobre los hijos.
El deseo de cualquier padre o madre es el de ver felices a sus hijos, ese es el único fin que deseamos para ellos, es lo que anhelábamos conforme iban creciendo: que llegasen a ser felices en su vida. Lo que pasa es que tenemos nuestra propia idea de la felicidad y de cómo se consigue, pensamos que lo mejor para ellos es que sigan nuestras indicaciones. Si lo analizamos, lo que estamos haciendo es intentar que los hijos consigan la felicidad que deseamos para nosotros, no nos damos cuenta de que ellos son personas independientes a pesar de ser hijos nuestros.
Todos tomamos un camino en nuestra vida lleno obstáculos, cruces en los que elegir por dónde continuar, errores que nos llevan por sendas peligrosas y por otras llenas de paisajes divinos. Cada persona hace su camino en solitario. Si te analizas a ti mismo, podrás darte cuenta de que en tu vida todo lo que has hecho a sido decisión tuya y que solo tuya es la responsabilidad de lo que decides. Este camino en solitario siempre será más cómodo si tienes un apoyo que te ayude a pasar los obstáculos y también a contemplar los bellos paisajes, que pueda dar su opinión antes de que elijas. Pero la última palabra la tienes tú y no podrás culpar a nadie de lo que decides. Todo es por ti o gracias a ti.
Lo mejor que podemos dar a nuestros hijos, amigos o personas queridas, es el apoyo en al camino de su vida, ayudar para pasar las dificultades y compañía para disfrutar de los momentos felices. Educar y dar lo mejor a los hijos es muy importante pero el objetivo final es la felicidad y llegar al final honrando el camino que hemos hecho.
Para terminar os dejo una cita de Paulo Coelho que resume muy bien todo anterior:
"Fue tu elección... Fue decisión tuya... Y, en la medida que tú respetes el suelo que pisas, este mismo suelo respetará tus pies."
J.M.G.G.
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