¿Os habéis dado cuenta de todo lo que pasaba a vuestro alrededor hace un momento? Al igual que yo, seguramente no, estábamos demasiado ocupados en nuestros asuntos como para estar atentos a lo que nos rodea. Nos cruzamos con cientos o miles de personas durante el día y no nos damos cuenta. Son numerosos los momentos que nos pasan por alto y las experiencias que no vivimos.
Obviamente es
imposible estar atento a todo lo que sucede, quien sea capaz de hacerlo se
puede considerar un Super héroe. Lo que quiero decir con esto es que vivimos
refugiados en nosotros mismos la mayor parte del tiempo y dejamos de ser
conscientes de todo lo que nos rodea.
Cuando viajamos en
tren y miramos por la ventana, nos damos cuenta que no podemos disfrutar
plenamente del paisaje, pasa demasiado rápido y es imposible observar los
detalles. Nuestro día a día lo vivimos dentro de un tren de alta velocidad.
Viajamos atravesando un paisaje repleto de hermosura y detalles maravillosos,
nos encanta lo que vemos pero la velocidad del tren no nos permite apreciar
detenidamente ese paraíso que estamos atravesando. Esto pasa porque pensamos
que somos los pasajeros del tren cuando, realmente, somos los maquinistas.
Tenemos la oportunidad de viajar a la velocidad que queramos e incluso de parar a disfrutar de lo que queramos en cualquier momento del viaje.
Cada instante de la
vida es único, el viaje que estamos haciendo tiene un solo destino y está en
nuestra mano disfrutar de el o acelerar la máquina y perdernos un viaje
maravilloso e irrepetible.
El viaje es tan
bello como lleno de obstáculos que debemos salvar para seguir. Tenemos un
objetivo que es llegar al destino habiendo disfrutado del camino, si tenemos
claro cual es el propósito y tenemos fe en nosotros podemos superar cualquier
dificultad, pero además contamos con otra ventaja de la que muchas veces no
somos conscientes, no hacemos solos el camino. Estamos rodeados de personas con
las que compartir el viaje y en las que podemos confiar para lograr cumplir los
objetivos de nuestra vida.
En ocasiones la
capacidad de depositar nuestra confianza en otras personas, puede ser la
diferencia entre conseguir superar un obstáculo o tropezar en él. Un claro
ejemplo son las personas ciegas que depositan su confianza, ya no en otra
persona, en un animal que les guía fielmente. Alguien de nuestro alrededor
puede ver la salida que nosotros no podemos ver, así como nosotros podemos ser
el perro lazarillo de otras personas que van a chocar contra su obstáculo. Son
dones que la vida nos da y que no somos capaces de tenerlos en cuenta. Viajamos
a toda velocidad sin disfrutar del paisaje, de la compañía ni de las
comodidades que nos hacen el recorrido más cómodo.
Si somos capaces de
viajar más despacio mientras nos ocupamos de las cuestiones cotidianas de la vida, si nos tomamos nuestro tiempo para
ver y nos dejamos guiar con confianza, si somos conscientes del gran viaje que
estamos realizando, nos daremos cuenta de todo lo maravilloso que nos estamos perdiendo
para llegar a un destino que es seguro. cómo queremos hacer el viaje es
decisión nuestra.
Buen viaje.
J.M.G.G.
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