Por norma general, cuando actuamos de una determinada manera, lo hacemos con una intención positiva hacia nosotros o, al menos, tenemos ese propósito. Cuando dejamos de intentar algo, nuestra intención no es hacernos mal, pero no nos damos cuenta de que, en realidad, se trata de un comportamiento dañino y limitante.
Muchas de nuestras
limitaciones son fruto de la mente y llevan con nosotros mucho
tiempo. Durante la vida hemos nos hemos formado la idea de que no
estamos cualificados para realizar determinadas actividades y nos
auto justificamos para no sentirnos mal con nosotros mismos al no
intentar realizarlas. “No lo hago porque yo para eso no sirvo” y
así nos sentimos bien ante nuestra falta de determinación hacia
algo que, por alguna razón, sentimos que no haremos bien. En
definitiva estamos justificando nuestro miedo o nuestra inseguridad.
A veces pasa que
realizamos una actividad y nos damos cuenta de que nos gusta y
disfrutamos haciéndola, nos sentimos realizados y pensamos que hemos
nacido para eso. Esto es fantástico pero, este pensamiento puede
ser perjudicial y lo usamos como excusa inconsciente para dejar de
realizar otras cosas. Pensamos que tenemos ese talento y nos
conformamos. Por alguna razón creemos que solo servimos para hacer
lo que se nos da bien y buscamos excusas para no probar otro tipo de
actividades. Nos decimos que no tenemos talento, que es algo para
otro tipo de personas o que nuestra fisionomía no es la adecuada,
pero ni nos planteamos intentarlo y si lo hacemos es con una
predisposición negativa. Saber que hay algo que sabemos hacer o que
se nos da bien, nos proporciona tranquilidad y nos conformamos con
esa cualidad sin tener en cuenta que las personas somos capaces de
tener habilidad o talento en muchas facetas.
Nos estamos poniendo
límites achacando problemas de diversos tipos, pero el verdadero
problema está en nuestra mente. Nos limitamos inconscientemente, es
algo instintivo que lleva a cabo nuestra cabeza para que no se vea
nuestra imagen ante los demás.
Una mala experiencia
en el pasado también es motivo para limitar nuestras supuestas
capacidades. Si en el colegio se rieron de nosotros por ser lentos
corriendo, a lo largo de nuestra vida creceremos con la creencia de
que no estamos capacitados para correr y hoy en día nos diremos a
nosotros mismos que no corremos porque eso no es para nosotros.
Encontraremos a otras personas con esa misma limitación y eso nos
aliviará. Como dice el refrán “ Mal de muchos, consuelo de
tontos”.
Hemos aceptado que no
somos capaces de realizar una actividad a pesar de que han pasado
muchos años desde que probamos hacerla. Ahora no somos los mismos,
ha pasado el tiempo y nuestras capacidades han podido cambiar.
Las falsas creencias
hacia nuestras aptitudes nos pueden detener para lograr objetivos
que, verdaderamente, están a nuestro alcance. Son limitaciones que,
en su día, fueron reales y nos hicieron fracasar en un momento dado,
pero ¿lo siguen siendo? No lo podemos saber si no rebasamos nuestros
límites mentales y tratamos de ser personas que creen en si mismas.
Somos seres de
capacidades infinitas y el infinito no tiene límites, no los
pongamos nosotros.
J.M.G.G.