En general, las personas tratamos de eludir nuestras responsabilidades de varias maneras, buscamos excusas, culpables o justificaciones y nos escondemos detrás de ellas para salvaguardar nuestra integridad ante los demás y ante nosotros mismos.
Lo más común es
usar excusas buscando algo o alguien como responsable de nuestra actuación. Nos
confesamos autores pero justificamos nuestra obra buscando un motivo fuera de
nosotros. “He suspendido la asignatura porque el profesor no la explica bien”,
“He llegado tarde porque había mucho tráfico”. Tratamos de esquivar la
responsabilidad tomando el papel de víctima.
Las excusas tienen
una característica peligrosa y es que si acostumbramos a usarlas con
frecuencia, puede llegar un punto en el que las tomemos como reales. Cuando
usamos la excusa de que el maestro no explica bien la lección para justificar
nuestra baja calificación, podemos acabar convencidos de que realmente es así y
no seremos capaces de encontrar una solución al problema. Las bajas calificaciones
siguen siendo la única realidad y la responsabilidad sigue siendo nuestra.
Usar las excusas es
una demostración de desconfianza hacia nosotros mismos. Las suelen usar
personas con tendencia pesimista que ven la realidad de manera negativa y también
los que temen que su imagen hacia los demás se vea deteriorada por un hecho del
que es responsable.
Cuando ponemos una
excusa, es probable que alguien nos diga que nos entiende. Eludir la
responsabilidad mediante las excusas es una actitud muy generalizada e incluso
normalizada en la sociedad, por lo tanto no es extraño encontrar personas que
hayan hecho como suya esa justificación y piense que realmente esa excusa es
verdadera.
Nos estamos
engañando a nosotros mismos y no estamos siendo sinceros. Es posible que por el
hecho de eludir nuestra responsabilidad estemos haciendo daño a terceras
personas y responsabilizándolas de hechos o acciones de las que no tienen culpa
alguna. Con nuestra actitud irresponsable podemos hacer un perjuicio a personas
queridas.
A veces el temor a
las consecuencias nos paraliza e imaginamos que estas van a ser mayores que las
que realmente pueden darse. Hemos de ser capaces de responsabilizarnos de
nuestras decisiones, acciones u omisiones sin miedo. No hacerlo, además de no
solucionar nada, puede empeorar la situación involucrando a otras personas.
Nuestra credibilidad quedará en entredicho y nuestra consciencia perjudicada.
Asumir
responsabilidades es una señal de que somos libres de actuar y de decidir. Nos
convertimos en personas consecuentes que son capaces de admitir sus defectos
sin temor. Cuando aceptamos nuestros errores estamos actuando como personas
íntegras y seguras de sí mismas que son capaces de buscar soluciones sin
justificaciones que desvíen las consecuencias de sus acciones.
Nuestra imagen ante los demás se verá reforzada como alguien
que no rechaza la responsabilidad de sus actos.
No busquemos
excusas para ser sinceros con nosotros mismos.
J.M.G.G.
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