Las personas hablamos, hablamos y hablamos. Con la familia, los amigos, el señor de la tienda, con los compañeros de trabajo, pronunciamos cantidad de palabras cada día. ¿Pensamos lo que decimos? obviamente lo pensamos pero hablamos inconscientemente, si intentamos recordar lo que dijimos en la conversación que hemos mantenido hace un rato con cualquier persona, seguramente no recordemos las palabras que usamos ni el tono en que las dijimos.
El sentido que damos a las palabras es muy importante pero a penas le damos esa importancia que tiene. Es tal esa trascendencia de muchas de las palabras que pronunciamos o que otros usan, que estas pueden tener efectos de todo tipo en la vida, pero no somos conscientes de tal importancia, menospreciamos el poder que tienen las palabras, tanto en nosotros como en los demás.
Desde pequeños hemos oído palabras usadas, posiblemente, con un fin motivador o, quizás protector, pero que han hecho que, de mayores, hayamos adoptado esa misma actitud y procedemos de la misma manera que los que nos las decían a nosotros. Nos repetían: "vas a ser un burro toda la vida" o " ¿No ves que no puedes? En casos más extremos se recurre a las descalificaciones o insultos.
Se dan órdenes, las cuales son premiadas con cariño o afecto si se cumplen. Hazlo y te amaré es la consigna inconsciente que se suele usar.
Las palabras son una extensión de nuestro pensamiento. De un pensamiento inconsciente salen palabras inconscientes, pero esto no quiere decir que no seamos responsables de lo que decimos como, igualmente, somos totalmente responsables de lo que pensamos.
Nuestros pensamientos son los que forman nuestra vida. Somos como pensamos que somos y, así, lo que decimos y cómo lo decimos refleja nuestra manera de pensar, nuestra personalidad y nuestros estados de ánimo, actuando en consonancia.
Tener un concepto positivo de nosotros mismos es algo primordial para tener una actitud idónea en la vida. Las palabras, como extensión del pensamiento, son vitales para conseguir esta actitud. Pensar en uno mismo como alguien capaz de conseguir lo que se proponga y de amarse, es imprescindible para conseguir el cambio que necesitamos para prosperar. Este pensamiento lo podemos asimilar dentro de nosotros si nos ponemos frente al espejo y nos decimos todo lo capaces que somos y todo lo que nos queremos. Es increíble el inmenso poder que tiene la palabra en nuestro interior.
Muchas veces nos guardamos lo que nos gustaría decir. Por vergüenza, por no hacer daño o por no considerarlo conveniente, dejamos de expresar algo. Estamos poniendo barreras a nuestros pensamientos y estos no pueden salir. La única manera de quedarnos en paz es hablando, diciendo aquello que nos produce malestar. Censurar la palabra nos puede producir una acumulación de rencor, frustración, decepción o tristeza que nos puede afectar en nuestra salud mental y física.
Hay que reconocer que, dada la importante dosis de poder que contienen las palabras, es crucial saber usarlas de la manera apropiada para no provocar mal en los demás ni en nosotros. Los chismes, insultos o tonos inadecuados, deberíamos evitarlos ya que solo conducen al conflicto, la decepción o la tristeza que no ayudan ni a nuestro interlocutor ni a nosotros mismos.
Es tan fundamental saber lo que decimos como tener la capacidad de escuchar lo que nos dicen y la forma como lo dicen. Como he dicho, las palabras son el reflejo de nuestro pensamiento y, por lo tanto, lo que nos están diciendo y el tono como lo están haciendo nos muestra es estado de ánimo de la persona. Una persona triste suele usar palabras y frases que denotan tristeza.
Usar nuestras palabras para conseguir lo que deseamos, es de gran ayuda. Usar afirmaciones positivas y repetirlas, cambiar un no quiero estar triste por un voy a estar contento, un no puedo hacerlo por un lo voy a intentar hasta que lo consiga. Agradecer todo lo bueno por poder vivirlo y lo malo por aprender de ello. Todo esto contribuye a conseguir el cambio de actitud en la vida que nos conduzca hasta nuestros sueños.
Las palabras son el agua con la que regamos nuestros pensamientos. Si sembramos pensamientos positivos y los regamos con palabras del mismo tipo, quizás no veamos mañana germinar este cambio pero, igual que una planta, florecerá con el tiempo. Debemos tener paciencia, confianza y no dejar de cuidar esa planta.
Buscamos en los demás palabras de aliento, la manera de afrontar la vida y las respuestas a nuestras dudas, queremos que otros nos digan que somos capaces pero no somos conscientes que esas respuestas y ese aliento está en nuestra cabeza, ¿quién mejor que nosotros para decirnos lo que nos gustaría oír? Cada uno de nosotros estamos llenos de amor y podemos transmitirlo mediante el inmenso poder de la palabra.
Hablemos.
J.M.G.G.
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